Así es mi corazón...
Hola a todos!
Esta columna semanal he decidido hacerla gracias a la idea que me ha aportado uno de los niños de la ludoteca de la que formo parte como voluntaria. Al preguntarle por cosas que le gustan de él mismo me habló de sus sentimientos. Tras esta respuesta, le volví a preguntar ¿qué es lo que te gusta de tus sentimientos? y me respondió: "lo que siento hacia las demás personas, hacia las personas que quiero".
Esta respuesta me ganó por completo y me tiré bastante tiempo reflexionando sobre la grandeza de esta palabra "sentimientos". Es increíble todo lo que abarca, tanto cosas buenas como malas. Lo que sentimos nos define como personas, pero también define nuestras actitudes y nuestras decisiones, pues la mayoría de veces no podemos luchar contra lo que sentimos y acabamos dejándonos llevar por lo que nuestro "corazón" nos dicta.Los sentimientos son individuales no solo porque el cerebro varía en cuanto a hormonas, anatomía y química entre personas, sino porque cada individuo ha pasado por diferentes circunstancias y tiene una recuerdos distintos a los que va a recurrir para interpretar cada situación. Es decir, dependen más de cada uno porque nacen en función de nuestro pasado, nuestros valores, perspectivas de futuro, educación, etc.
Cada sentimiento tiene una utilidad, un para qué. Por ejemplo, mostrar gratitud es la forma para conectar con los demás, sentir esperanza es el modo de asegurarse que queremos seguir vivos, sentir rabia es la manera de expresar que algo nos disgusta y queremos que cambie... podríamos seguir así con cada uno de ellos.
Dicho esto, corremos el peligro de valorar positivamente en exceso dichos sentimientos , lo que conduciría a otorgarles la dirección de la conducta. Esta actitud es lo que conocemos por sentimentalismo. Este es una postura inadecuada porque el dominio sobre los sentimientos no está asegurado, es una parte del alma que no siempre es dócil a la voluntad y a la razón. Es una característica principal de la afectividad.
La conducta apoyada únicamente por los sentimientos, es decir, que no está mediada por la reflexión o la voluntad, ese sentimentalismo del que hablo, produce insatisfacción y baja autoestima. Adoptar como criterio la presencia o ausencia de sentimientos que justifican una conducta genera una dependencia de los estados de ánimos, que son cíclicos y cambiantes.
El estado de ánimo importa, pero no es lo más importante. De hecho, se altera con los cambios del mundo circundante. ¿Qué ocurre? que no podemos mandar en los sentimientos o, por lo menos, no tan fácilmente. Éstos pueden ir a favor o en contra de lo que uno quiere, no los podemos controlar completamente si no nos empeñamos en educarlos. Esta posible desarmonía es lo que puede producir patologías psíquicas, morales o del comportamiento.
Probablemente muchos de vosotros os habéis enamorado y os ha cambiado el estado de ánimo (es algo que le sobreviene a uno), así como muchos otros habéis vivido un desengaño (amoroso, con amistades...) y habéis querido olvidar, pero no habéis podido y termináis sufriendo. El dolor moral no es voluntario, hay que saber vivirlo sin dejarse dominar por él.
Además, no todos los sentimientos tienen el mismo valor. El aprendizaje de su dominio incluye saber jerarquizarlos: existen miedos tontos, fobias enfermizas y temores infundados. Básicamente, hay sentimientos cuya importancia objetiva es muy pequeña.
Para finalizar, hablaré de la manifestación de estos:
Los sentimientos deben manifestarse para tener una relación madura con el entorno y con uno mismo. Aunque la mayoría de veces se aprenden a expresar espontáneamente, hay personas que no saben hacerlo. Se manifiestan especialmente en la conducta. Muchas veces no hace falta hablar para saber qué siente una persona, más si la conocemos. Sin embargo, también se pueden expresar hablando, diciendo lo que uno siente mediante el lenguaje.
Además, debe guardar proporción o armonía con el resto de dimensiones humanas, y debe ser proporcionada también al valor que tengan y a su objeto. Aquí entra la importancia de los gestos, es decir, de ese lenguaje de los sentimientos: gestos del rostro (llorar, sonreír...), del cuerpo (inclinar la cabeza, ponerse de pie...), de la mano, del hombro, etc.
Una persona que es rica en gestos, es rica en sentimientos porque éstos se inventan para expresarlos: dar un abrazo, apretón de manos, hacer un regalo, etc. Quizá sea el arte el modo más sublime de expresarlos, porque muestra una realidad, es decir, el objeto que desencadena nuestro sentimiento. Dentro del arte nos encontramos con la música que tiene un enorme poder de despertar los sentimientos sin nombrarlos.
Para finalizar, me gustaría dejaros esta reflexión acerca de los sentimientos (recordemos que existen buenos y malos y que influyen en nuestra conducta):
Podríamos decir que son como los sonidos del alma, cada uno la hace sonar de una forma distinta. Definitivamente, una parte de nuestra conducta y de lo que ocurre en nuestro interior está provocado por ellos. Nunca terminan de ser conocidos, pues se reflexiona poco sobre su presencia que inunda toda el alma humana, hace la vida atractiva y llevadera y trae consigo lo apasionante, odioso, enervante, o maravilloso. La grandeza y la pequeñez humana se mide por ellos, y su ausencia convierte la vida en un desierto monótono, diario.
Yo definiría los sentimientos como un regalo de Dios para hacernos humanos. Y tú, ¿cómo lo definirías?.
BIBLIOGRAFÍA:
-Reflexión sobre los sentimientos - (encuentra.com)
-Los 24 tipos de sentimientos (y para qué sirven) (medicoplus.com)
Un saludo blogueros, hasta la próxima!.
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